En el cole nos lo explicaba la profesora de lengua con un ejemplo que nos daba mucha risa. Decía que no era lo mismo ir al retrete que ir al baño, aunque la acción fuera la misma. Lo enfocaba ella desde un punto de vista totalmente social. No es una mala proximación aunque hay algo más profundo en la idea de usar sinónimos o enarmónicos. El hecho es que realmente facilitan las relaciones, las musicales y las humanas. De alguna manera el lenguaje nos viene a adornar, y nosotros elegimos lo que nos vamos a poner (lo que vamos a decir) de manera que encaje lo mejor posible con la situación. Soltar lo que pensamos a bocajarro equivale a vestirse con lo que uno tiene más a mano, sin dedicarle tiempo. No es la mejor forma de salir favorecido en la foto.
Oigo tantas veces a mi alrededor la excusa "solo le dije la verdad", o "le expuse lo que pensaba". Son lamentos que yo misma entono cuando siento que la comunicación con otro ha fallado, que no he conseguido hacerme entender. Podemos creer que no teníamos alternativa, pero la música y el lenguaje nos muestran que podíamos llegar al mismo lugar empleando otro vocabulario. Que esa verdad a la que aludimos es sólo un espejismo, la manera en que el lenguaje dio vida e identidad a nuestra manera de pensar. Que las palabras nos visitan y nosotros las escogemos. Que la vida no es un texto preciso donde hay palabras exactas. Que podemos seguir buscando. Que la manera en que narramos lo que nos pasa cambia con la descripción, igual que un paisaje cambia a través del pincel del artista. Que no es lo mismo ir al retrete que ir al baño.