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domingo, 24 de abril de 2022

N DE NATURALEZA, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

La primavera pasada mis fines de semana consistían en visitar las obras de construcción de la casa que hoy habito. La vivienda cuenta con un pequeño jardín donde crece una higuera. La pobre se axfisiaba entre el polvo y los escombros. Los obreros pensaron en quitarla de en medio. Afortunadamente, tras el primer hachazo una vecina los detuvo a gritos desde su ventana. La higuera se salvó. 

Durante el invierno, no fueron pocos los días en que acaricié su desnuda piel de madera murmurando palabras de aliento: "aguanta, preciosa". Los escombros fueron retirados, otro día llegaron las sacas de tierra fértil, al fondo incluso planté un manzano, y frambuesas en otra esquina. Finalmente, hará cosa de un mes, la naturaleza ha hecho su trabajo. Del manzano han surgido flores blancas. Muchas otras, de diferentes colores, han colonizado la parcelita, abrazando el tronco de la higuera y besando sus heridas. En todas sus ramas han brotado hojas de un verde brillante, que arropan la promesa de una cosecha deliciosa. Me cuenta el maltratado árbol lo que los sabios antiguos ya sabían, que no hay nada que no tenga su opuesto, que tras la noche llega el día, tras el invierno la primavera, tras la pena el consuelo.

Beethoven, uno de los compositores más desgraciados y a la vez más deslumbrantes de la historia de la música, nos lo explica en su sexta sinfonía, también llamada "Pastoral". A lo largo de cinco movimientos, alterna los sentimientos de alegría al encontrarse en el campo con los truenos y relámpagos que obligan a buscar refugio y amenazan la vida. El allegretto final es un canto a la esperanza, lleno de agradecimiento porque la tormenta ha llegado a su fin. No está de más dejarnos convencer por el sordo inmortal. Mi amiga la higuera le ha dado la razón. Podemos salir adelante, aunque de vez en cuando nos empape una lluvia salvaje, o nos llevemos un hachazo. Llegarán tiempos mejores. Si ella ha aguantado, nosotros también podemos hacer lo mismo. 

domingo, 3 de abril de 2022

M DE MUNDO, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

 En los tiempos que corren no me ha parecido raro que mi hijo haya preguntado durante el desayuno qué haríamos cada uno si mañana se acabara el mundo. Su padre ha contestado "plantar un árbol", y yo he dicho "invitar a mis alumnos a casa". En cierto modo nos hemos alineado al intuir que hay que abonar hasta el final la tierra fértil, indiferentes al hecho de que amanezca o no al día siguiente. Reflexionando sobre el lugar en que cada uno se coloca ante una circunstancia terrible, evidenciamos qué es lo  importante para nosotros, en quién o en qué pensamos.  Yo he dado por sentado que, rodeada de mi familia, hubiera necesitado también el abrazo de esos otros niños que son mis hijos académicos, que tanta belleza aportan a mi vida, tanta ilusión, tanta esperanza. Esta misma semana hemos colgado en el aula numerosos carteles de representaciones musicales ficticias, que sólo han tenido lugar sobre el papel. Mundos imaginados en los que se han celebrado óperas y ballets para ayudar a los más desfavorecidos, para poner fin a las guerras, para estudiar enfermedades raras. Son chicos y chicas de catorce y quince años que creen firmemente que un mundo mejor es posible. Al tratar con ellos a diario, yo he terminado por creerlo también.