Nada de lo anterior puede probarse, pero lo que resulta innegable es que ha habido muchos músicos ciegos a lo largo de la historia. A menudo su oído es aún mejor y atiende a más sutilezas que el oído medio. Lo que mucha gente ignora es que, para los ciegos, el aprendizaje de la música era muy difícil hasta que Luis Braille inventó su famoso sistema de lectura al tacto en el siglo XIX. Hasta entonces los ciegos aprendían música como en la Edad Media, de oído y de memoria.
El propio Luis, que se había quedado ciego a los tres años en un accidente, era músico. Provenía de una familia muy pobre pero resultó ser tan inteligente que estudió becado en París y logró no sólo inventar un eficacísimo sistema de traducción de letras sino además adaptarlo a notación musical. Hoy en día, el sistema musical de Braille se utiliza en casi todo el mundo. En España, la ONCE tiene programas específicos para enseñar música a los niños ciegos basados en el Braille. Algunos programas informáticos ya traducen automáticamente las partituras a este sistema.
La historia merece ser recordada por muchos motivos. En primer lugar demuestra la inmensa capacidad de algunos seres humanos para superar obstáculos que a muchos nos parecerían insalvables. Esa capacidad se llama resiliencia. Además prueba que es un error creer que un determinado tipo de discapacidad determina lo que uno puede hacer o estudiar.
La lección que debemos aprender de la vida de Braille es que toda persona puede realizar acciones significativas que contribuyan al desarrollo de una sociedad más justa y por tanto, más hermosa. Y que ello depende sobre todo de la voluntad y de la inteligencia.