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domingo, 20 de febrero de 2022

M DE MÚSICA (II PARTE), DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

  ENHORABUENA A CARMEN ISABEL BINDANG POR SU PRECIOSO COMENTARIO A MI ENTRADA ANTERIOR, QUE REPRODUZCO CASI LITERALMENTE 

La música es un elemento fundamental en nuestra vida. La escuchamos a diario y se nos haría rara su ausencia en un anuncio, en una película o una serie, en cualquier programa de televisión, en un centro comercial... Todos ellos son escenarios donde se integra la música que es, muchas veces, la mejor forma de expresar sentimientos e ideas. La música puede cambiar nuestro estado de ánimo en cuestión de segundos y conseguir que un mal día mejore. Nos sentimos acogidos y comprendidos en momentos difíciles al escuchar la letra de una canción o la emoción contenida en una partitura. Está presente en los momentos más importantes de nuestra vida como una boda, un cumpleaños y en múltiples celebraciones ¿Qué seríamos nosotros sin la música?

Y YO AÑADO ¿QUÉ SERÍAMOS LOS PROFES SIN NUESTROS ALUMNOS?     



domingo, 13 de febrero de 2022

M DE MÚSICA, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

 

 Tengo dos maneras de relacionarme con la música: una cuando la interpreto y otra cuando la escucho. La interpretación está siempre ligada al piano, y la escucha en general a la Radio Clásica (1) Hace muchos años ejercí la crítica profesional de esta parcela de la programación de la Radio Nacional de España en el periódico ABC. Me conocía a todos los presentadores, sabía cómo se llamaba cada uno de los espacios. Comprendí ya en aquella época que  por clásica se entendía la música de calidad, no sólo Mozart y Beethoven. También el cante popular, el flamenco, el jazz, los estándar de la música latina, las rarezas de la música oriental. Todavía hoy escucho la radio a menudo, especialmente en mis desplazamientos en coche. Si me toca "La hora de Juan Sebastian Bach" el tiempo parece transcurrir más despacio, mi alma se expande con ese mensaje de profunda espiritualidad no exenta de júbilo y esperanza. Los conciertos me resultan arrebatadores, porque en ellos toda una orquesta dialoga con el solista. Qué bello imaginar que es uno mismo el que toca la trompeta o el violonchelo. Hay también programas para niños que me dan ideas para mis propias clases. Y el "Viaje a Ítaca" es una travesía en la que la música sirve de vehículo para descubrir ese entramado complejo que llamamos cultura. Escucho y mi mente pasea por un lugar que no conozco, entiendo un texto que no he leído, cantado en un idioma que desconozco, sonrío a veces, otras lloro, y se me vienen a la cabeza asombrosos recuerdos de mi infancia, de mi juventud. Tiene la música ese mismo poder que otorgaba a los aromas Patrick Süskind en su novela "El perfume", o Proust a los sabores en su búsqueda del tiempo perdido. Al hilo de estas reflexiones mi querida alumna Isabel añadía "Yo no concibo un mundo sin música, ya que ella misma estructura la mayor parte de mí. Cambia mi visión sobre el mundo, me permite expresar sentimientos que muchas veces no sería capaz de explicar de otra forma". Pero también hay mucho alumno desencantado. "¿Para qué sirve la música, profe?", me dice alguno. ¿Para ser más sensible, para apreciar la belleza que nos rodea, para entendernos mejor a nosotros mismos? Si das valor a esas pequeñeces, pues resulta que la música es para el alma lo mismo que la gimnasia para el cuerpo. No lo digo yo, por lo visto lo dijo Platón hace ya mucho tiempo. Aunque no se queda corto mi estimado Óscar cuando filosofa: "la música es una de esas pasiones que nos alegran la vida e incluso nos la alargan porque siendo felices afrontamos mejor las cosas".

domingo, 6 de febrero de 2022

L DE LOGRO, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

 

A lo largo de la semana se ha hablado sin cesar del asombroso triunfo de Rafael Nadal en el Open de Australia. A sus 35 años, seriamente lesionado tras una carrera deportiva de altísima exigencia, y con el partido en contra, Nadal ganó la copa que le proclama como uno de los mejores tenistas de la historia y, a nivel mental, el más singular de todos. Toni Nadal, que le entrenó durante muchos años, realizaba un análisis de la trayectoria de su pupilo que a mi juicio merece comentarse en un aula (1). En él nos dice que "mi sobrino se preparó durante muchos años para afrontar la dificultad. Tenía la obligación de no quejarse, de entrar en la pista cada día con buen ánimo, de aceptar que las cosas no salen bien de inmediato y de asumir la dificultad tanto física como mental, pero sobre todo de aceptar que aunque hiciéramos todo eso no necesariamente las cosas saldrían bien. (...) Hacer todo lo que toca no nos garantiza el éxito; no hacerlo casi con toda seguridad nos garantiza el fracaso. Pero habrá un día que conseguiremos darle la vuelta a la situación. y ese día justificará todos los anteriores".
Me he acordado al leer este artículo de todas las veces que os he hablado del Beethoven sordo, del Braille ciego, del Wittgenstein manco. Me he acordado también de los logros de las mujeres que se empeñaron en ser compositoras a pesar de tenerlo todo en contra: la tradición, la familia, las inercias sociales. Ahí han quedado las obras de Francesca Caccini, Barbara Strozzi, Marianna Martines, Fanny Mendelssohn (2) Unos empuñando la raqueta, otros la batuta, la pluma y la tinta, todos y todas (perdón por el lenguaje inclusivo, en este caso sí hace falta) coinciden en exhibir una fe inquebrantable en su capacidades y un amor profundo por la profesión escogida. Nos recuerdan además lo injusto de atribuir el éxito de los demás a un mero golpe de fortuna. La suerte existe, claro. pero sólo para el que enfrenta los partidos que la vida nos obliga a jugar con buena cara, sin arrojar ni romper la raqueta, sin escuchar esa voz insidiosa que nos  invita a abandonar a la primera de cambio.  Si has tenido la paciencia de leer esto es porque, en el fondo, sabes perfectamente de lo que hablo.