¿Para qué?
Nos hacemos esta pregunta una y mil veces, como el apenado Werther en la ópera de Massenet: " Pourquoi me revéiller?" Es el aria del deprimido por excelencia, del que vive el amor no correspondido como fracaso vital. La llegada de la primavera no es capaz de animarle pese a su inteligencia y sensibilidad, la tristeza y la desesperanza son más poderosas que el aire fresco o la tibia caricia de los rayos de sol. La música es muy bella, no tanto el contenido, no lo comparto. Ese "¿para qué me levanto?" es tan limitante..."si no es lo que yo quería entonces, ¿para qué?" Pues venga, hablemos de ello, querido amigo.
A propósito de la publicación de su última novela "Antes del salto" (1) la escritora Marta San Miguel explica:
"Una de las preguntas que plantea el libro es en qué momento concebimos que todo movimiento tiene que responder a una motivación práctica, a un fin, a un objetivo. Todo tiene que tener una rentabilidad, una aplicación, un uso. ¿En qué momento decidimos que todo tiene que servir para algo?¿Por qué tiene que haber una explicación de todo?¿Por qué me meto a escribir una novela? Porque soy escritora y porque todo lo que me rodea me interpela de tal manera que necesito verbalizarlo. Escribir es una manera de subir el volumen, de dejar que la realidad de lo cotidiano me interpele."
Me entusiasma esta reflexión pues tiene mucho que ver con la condición del músico, del artista, del poeta y del enamorado incluso. ¿Cómo que "para qué"? Pues porque sentir, amar, escribir, componer, pintar, investigar necesitan de un elemento de pasión más fuerte que la razón práctica, y más esencial a nuestro corazón que el mero intercambio de servicios, dinero o reconocimiento. Muchos artistas, investigadores y científicos no vieron su trabajo reconocido en vida y sin embargo nos han dejado un legado maravilloso. Por no hablar de los que lucharon por una igualdad de derechos que la que jamás disfrutaron, por la paz de los pueblos oprimidos, por la justicia, por la verdad. Nada a cambio, excepto el convencimiento de que, de otra forma, la vida no tendría sentido. En cuanto a la inmensa mayoría de nosotros, poetas del amor no correspondido, intérpretes de una vida en la que pocas cosas se nos presentan con la claridad y sencillez que nos gustaría, no por ello dejemos de levantarnos cada mañana con el firme propósito de seguir adelante. ¿Para qué? Pues para, al contrario que Werther (2), vivir en la íntima convicción de que cada paso que damos es un paso adelante. Por el simple hecho de estar y de existir.