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sábado, 22 de marzo de 2025

ANDREA y la delicadeza

 

1)

"A la sombra de las muchachas en flor", segundo volumen de "En busca del tiempo perdido", transcurre en una villa costera donde el protagonista, trasunto del propio Proust, se siente fascinado por unas jovencitas que pasean junto al mar. Sabemos que se enamorará finalmente de Albertine, pero a mí me gusta mucho más su amistad con Andrea, tan delicada. Es revelador el momento del espino blanco: "de pronto, al ir por el caminito, en hondonada, me paré, herido en el corazón por un recuerdo de niñez (...) En torno mío flotaba una atmósfera de añojos meses de María, de tardes dominicales, de creencias y errores dados al olvido. Quería apoderarme de esa atmósfera. Me paré un segundo y Andrea, por encantadora adivinación, me dejó hablar un momento con las hojas del arbusto". (2)

Esa capacidad de Andrea de callar a tiempo, de dejar espacio a su acompañante, es descrita más adelante como una de sus mejores cualidades. "tenía siempre alguna delicadeza: encontrar la mirada, la palabra o la acción que más ingeniosamente podían agradar, callarse una observación que pudiese ser penosa, sacrificar (sin que pareciera sacrificio) una hora de juego o hasta una reunión o una garden-party, por quedarse con una amiga o amigo preocupados (...) En lo que a mí se refería, ella era la única de las muchachas que no viniera a contarme alguna cosa desagradable que hubiesen dicho de mí, y si era yo el que lo contaba, hacía como que no lo creía o daba una explicación de la cosa que le quitaba su carácter ofensivo. El conjunto de estas cualidades es lo que se llama tacto" (3)

Las cualidades de Andrea me parecen excepcionales dentro del universo proustiano. Su tacto y su discreción la hacen única entre las muchachas en flor, que en general se presentan más frívolas o indiferentes. Andrea posee una inteligencia emocional que le permite percibir los estados de ánimo del narrador sin necesidad de grandes declaraciones. Su capacidad para callar a tiempo, para amortiguar lo desagradable y para priorizar el bienestar del otro sin que parezca un sacrificio es una muestra de una generosidad rara en la novela donde el mismo protagonista es tan voluble y quejica. Sin embargo, el protagonista prefiere a la misteriosa Albertine, que es capaz del invitarle a su dormitorio para luego rechazarle. Es esta una tendencia que se repite tanto en la literatura como en la vida real. A menudo, las personas con una presencia más magnética, con un aire de misterio o incluso con cierta dificultad emocional, resultan más fascinantes que aquellas que, como Andrea, ofrecen una compañía serena y desinteresada. El deseo y la obsesión suelen surgir más de la incertidumbre y el desafío que de la estabilidad y la ternura.

Sin embargo, para ser realmente felices deberíamos preferir la compañía de personas como Andrea. O, mejor aún, ser nosotros mismos más como ella y menos como Albertine. "Albertine hubiese sido incapaz de los mil refinamientos de bondad que tenía Andrea". Pues ya está dicho todo. 

1) Eleanor, 1901, Frank Weston Benson, Providence, Museum of Art

2)  Marcel Proust, "A la sombra de las muchachas en flor", pág 606. Biblioteca Proust, Alianza, Madrid, 1998.

3) Marcel Proust, "A la sombra de las muchachas en flor", págs 607-608. Biblioteca Proust, Alianza, Madrid, 1998.

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