
Estas líneas las firma el gran escritor Albert Camus. Cuando gana el premio Nobel de literatura en 1957 se las envía al que fue su maestro en la escuela, el hombre que creyó en "el pobre niño que yo era": un niño huérfano (su padre había muerto durante la Primera Guerra Mundial) al cargo de una madre abnegada pero analfabeta y muy humilde. En el ambiente en que le tocó crecer, no había libros ni revistas. Pero su maestro Germain le animó a estudiar más allá de la primaria y le preparó para poder hacerlo. Creía en él, y el joven Albert salió adelante gracias a su "mano afectuosa y generoso corazón". Camus se declara para siempre alumno agradecido.

La obra de Camus es tan importante que ha inspirado a muchos músicos. Algunos han escrito canciones (Bohemian Rhapsody parece estar inspirada en la novela "El extranjero") y otros incluso óperas (Le malentendu, de Panisello). Ha tenido un fuerte impacto en la filosofía y el pensamiento del siglo pasado. Se ha traducido a muchísimos idiomas. Se han hecho películas... Sin embargo, de todo lo que escribió, yo me quedo con esta carta que nos habla de tantas y tantas escuelas en las que a diario un niño sin recursos encuentra la motivación y la ilusión suficientes para salir adelante a pesar de las dificultades. Si ese niño, al mirar atrás, recuerda con gratitud a sus maestros, el mundo habrá ganado un buen ciudadano.
Dedico esta entrada a las maravillosas maestras de mi conferencia en el IES Luis Vives de Leganés, el 20 de enero de 2020, y al valiente maestro que las acompañaba.
Desde luego han cambiado mucho los tiempos pero lo que nunca se debería perder es la admiración por los que nos enseñan el camino indicado Óscar Tablero, 2º ESO