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domingo, 19 de diciembre de 2021

K DE KILO, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

 

La medida de la música se produce, como bien sabéis, en el tiempo. Hay motivos musicales de apenas cuatro segundos, y óperas que necesitan cuatro horas para ser representadas. Hay figuras rítmicas de larga duración, como la redonda, y otras tan mínimas que apenas las percibimos, como las semigarrapateas. Para determinar la velocidad de la obra se utiliza el metrónomo, para determinar su duración total desde un cronómetro hasta un reloj. Todos son instrumentos de precisión que van partiendo el tiempo en trocitos, y nos ofrecen cierta ilusión de control, cuando es en realidad el tiempo el que nos construye a nosotros y no al revés. El tiempo no se puede atrapar, y por tanto la música tampoco. Se desvanece en el aire en el momento en que se produce. 

Una báscula o un peso miden la masa de un cuerpo. La unidad de medida es el kilo, una medida que nos obsesiona y nos divierte a la vez. Podemos conocer nuestro valor en kilos, pero no podemos saber a qué equivale ese peso en términos de bondad, simpatía, generosidad. De alguna manera, nuestras mejores cualidades se alinean con la música en el sentido de no medirse en los mismos términos materiales que la fruta, las patatas o el propio cuerpo.

Un paseíto por los lineales de cualquier supermercado estos días nos ofrece la obscena exhibición de bombones, dulces, carnes, y exquisiteces de todo tipo que recuerdan a la tierra de Jauja "en la tierra de Jauja hay un río de miel y otro de leche, y entre río y río hay una fuente de mantequilla y requesones, y caen en el río de la miel, que no parece sino que están diciendo: «cómeme, cómeme»" (1)


Se nos advierte del peligro de ganar un par de kilos durante las fiestas, pero a la vez nos abruma la asombrosa disponibilidad de toda clase de manjares en los banquetes a los que asistimos. Es difícil ejercer el autocontrol en situaciones así. Para los afortunados de la tierra es difícil en cualquier momento del año. Desde 1976, la obesidad casi se ha triplicado en todo el mundo. (2) 

No pretendo en esta modesta entrada dar una receta para resolver un tema tan complejo. Yo misma he perdido en numerosas ocasiones la conciencia de mis auténticas necesidades. ¿Quiero esa chocolatina o lo que siento es un vacío que hay que llenar como sea? ¿Noto cuándo tengo hambre? ¿Escucho a mi cuerpo lo que debería?. Y también lo contrario, ¿qué pasa si mi cuerpo demanda comida y no se la ofrezco porque me obsesiona un peso excesivo?

Hay una limitación en el número de kilos que uno debe pesar para estar sano y en forma, tanto por exceso como por defecto. Sin embargo, no hay límites ni "índices saludables" para el tiempo que podemos dedicar a nuestro espíritu, a oír música bella, a contemplar un cuadro, a formarnos, a cultivar ese jardín interior del que hablábamos en la entrada anterior. 

La navidad puede ser una buena ocasión para ponernos a prueba. Si cuando termine aún podemos abrocharnos los pantalones pero somos más refinados, cultos, buenos y amorosos es porque lo hemos hecho bien. Así que la próxima vez que vayamos a por un turroncito entre horas cambiemos el rumbo y demos un beso a alguien querido, o enviemos un mensaje cariñoso a un amigo o, simplemente, abramos un buen libro.

(1)La tierra de Jauja, Lope de Rueda

(2)Datos OMS

domingo, 12 de diciembre de 2021

J DE JUGAR, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

 Atribuída a menudo a Haydn, la  "Sinfonía de los juguetes" es una preciosa obra orquestal que incluye el sonido de un tambor de hojalata, una matraca, una máquina de viento, un silbato... Los peques disfrutan mucho al escucharla, y más aún si se les permite participar en el concierto. En los niños, jugar es una necesidad vital pero ¿y en los adultos?



Al crecer dejamos de lado, como es natural, las muñecas, los trenes, el castillo y los mecanos. De pronto, la cocinita es ya una cocina de verdad, y poner el puchero se ha convertido en  una tediosa carga. El coche que nos espera a la puerta no nos hace felices, pese a que de niños nos encantaba conducir uno de los que el carrusel de feria hacía girar ante nuestros ojos maravillados. La caja de herramientas está arrinconada, pues nada más aburrido que colgar un cuadro, o armar un mueble.
Jugábamos a ser mayores y cuando al fin lo somos, la felicidad esquiva nuestros intentos por atraparla. Nos tomamos la vida muy en serio, y nos falta esa flexibilidad que tuvo Haydn (o quien de verdad escribiera la obra) de hacer sonar tamborcillos y silbatos en una obra tan formal como una sinfonía. 
Toda nuestra vida es una gran partitura, y en ella deberían tener cabida las sonoridades inesperadas, el sentido del humor, la capacidad de jugar con las diferentes situaciones y sobre todo la envidiable capacidad de los niños (nosotros lo fuimos) para divertirse sin complejos. Estamos rodeados de oportunidades para que nuestra vida sea más plena, más consciente y más alegre. Y si bien no todas las situaciones pueden convertirse en un juego, desde luego que sí algunas más de las que pensamos. 
Todas las personas mayores han sido niños antes, pero pocas lo recuerdan.  Estas palabras de "El Principito" pueden ser un buen punto de partida para nuestro regreso al País de Nunca Jamás. Hemos crecido, sí. Pero Peter Pan es aún nuestro amigo, y si se cuela por la ventana de nuestro corazón algo del polvo de las hadas nos rozará levemente.

 Conforme uno va creciendo va adquiriendo responsabilidades. Pero si tienes un momento de relax, en vez de hacer lo que es "correcto para tu edad"  haz lo que te gusta. Óscar, 3º ESO

martes, 7 de diciembre de 2021

J DE JARDÍN, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

 


Una de estas mañanas ya casi invernales de tan frías me dirigía al instituto con la radio del coche encendida cuando empezó a sonar "La canción de la tierra" (1). La luz solar apenas tenía fuerza para abrirse camino entre el cielo cubierto de nubes, y los árboles se mostraban casi desnudos. La voz masculina se elevaba grave para advertirme "Nos invade la pena y el jardín del alma se torna árido".  ¿Cuándo había escuchado yo esa advertencia, el jardín como metáfora del alma? Me concentré en la respiración, tratando de abrir la puerta del jardín de mi mente. Los versos escogidos por Gustav Mahler se fundían con el extraño amanecer sobre el curso del Guadarrama: "ya nunca más vagaré en la lejanía, mi corazón está tranquilo". No recordaba esa parte. Me parecía escucharla por primera vez, con otro significado. Los versos de Antonio Machado vinieron en mi ayuda:

 —No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya; todas han muerto.
 Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto? (2)

Al bajar del coche, dejé que el viento frío me hablara como en el poema, como en la música. Respiré hondo y presté atención a cada uno de los pasos que me conducían a mi ajetreada jornada habitual.  "Mi corazón está tranquilo", pensé. "Pero más me vale ocuparme del jardín de mi espíritu. No vaya a ser que la próxima vez que eche un vistazo el desencanto y la pena hayan arrasado con todas las flores". 
Y de repente el día tan gris me pareció luminoso, perfecto.