Me los encuentro a menudo cuando voy a trabajar, ya que en Alcorcón hay un centro de la dirección general de tráfico. Son los learnes, los aprendices. Aunque aprueben el examen de conducir, están obligados a llevar una L bien visible en la luna trasera del coche durante el primer año de conducción.
También la llevan los coches de las autoescuelas. La placa recuerda al resto de conductores que deben tener paciencia con los primerizos. Los comienzos pueden ser difíciles, y se cometen errores. Pero en algún momento hay que empezar. El novato no debe confiarse, y el veterano tiene que ayudar.
El verbo conducir tiene otras acepciones. El arte de conducirse en la vida ha sido objeto de numerosos tratados, tal vez el más conocido el de Azorín que hace ya casi un siglo recomendaba a la clase política tolerancia, magnanimidad, nobleza y maneras finas. Vaya, que se nota que es un libro muy leído, ja, ja, ja.
Viene a cuento la referencia porque, dada la torpeza con que a veces nos conducimos, no estaría de más que nos acordáramos de llevar una letra L en el corazón, y que fuéramos capaces de verla en los demás. Todos somos aprendices, y si queremos conducir nuestra vida sin empujar a otros tendremos a la vez que prestar atención a nuestras acciones y perdonar un poco las maniobras extrañas que a menudo nos confunden y enfadan.
Antes de la pandemia, cuando era posible cantar sin mascarilla y compartir instrumentos, se montaban actividades en grupo muy hermosas. Mi consejo a los alumnos siempre era el mismo, "presta atención a tu interpretación, y tolera los errores del otro". El resultado era maravilloso.
"Mente de principiante" recomiendan los expertos en atención plena. Tú estás aprendiendo, el otro también. Es la única manera de ensayar, la única manera de llegar a la ejecución perfecta. Mejor aún, la única manera de afrontar el hecho de que muy pocas veces somos perfectos. No por ello la vida es menos estimulante.
El pupilo observa los pasos que sigue su maestro cuando toca el piano. La forma en la que coloca las manos y la delicadeza que muestra al moverlas. Intenta imitarlas con torpeza. En un principio querrá abandonar, porque no le sale. Pero si en verdad tiene motivación irá realizando el trabajo como una hormiguita hasta convertirse en un experto. Muchas veces no aprendemos porque nos enfocamos en ser mejores que los demás y en el momento en el cometemos un fallo no somos capaces de reaccionar. Pero el verdadero aprendizaje se construye en equipo. Isabel, 3º ESO
Una serie que terminé hace poco estaba protagonizada por un chico de
apenas 14 años llamado Kousei. Su madre le enseñó a tocar desde que era muy pequeño, y
en ese punto comenzó su aventura como "learner", equivocándose una y otra vez. En el primer concurso donde participó, Kousei
fascinó al público porque tocaba de una forma tan exacta que se ganó el apodo de "el metrónomo humano". Diamante, 4º ESO
Hola Cecilia, soy Mª Isabel Alcántara de 3ºB.
ResponderEliminarEsta entrada me ha hecho reflexionar un poco sobre las percepciones que tenemos en la vida , a la hora de por ejemplo de aprender una técnica. ej.: tocar un instrumento.
El pupilo observa detalladamente los pasos que sigue su maestro cuando toca el piano. La forma en la que coloca las manos y la delicadeza que muestra al moverlas. Este intenta imitarlas con torpeza. En un principio querrá abandonar , porque no le sale. Pero si en verdad tiene motivación el pupilo para alcanzar sus metas, irá realizando el trabajo como una hormiguita hasta convertirse un experto en la técnica.
Por eso es que muchas veces en realidad no aprendemos , porque nos enfocamos en ser mejores que los demás y sobresalir que nos olvidamos de aprender y en el momento en el cometemos un fallo no somos capaces de reaccionar. Y si nos ofrecen ayuda no aceptamos por orgullo o porque sentimos que somos inferiores al resto.
El aprendizaje de verdad se construye en equipo, ya que todos experimentamos cosas distintas que nos sirven para evolucionar y poder llegar a construir un futuro mejor para todos.
Fantástico comentario, Isabel.
Eliminar¡Buenos días, Cecilia!
ResponderEliminarAl empezar a leer esta entrada solo podía pensar en "learners" como un simple término usado para conducir. Al pensarlo más, me he dado cuenta de que se puede aplicar a muchos otros ámbitos: nosotros, los alumnos, también somos "learners".
Reflexionando un poco más allá, me acordé de una serie que terminé hace poco. Estaba protagonizada por un chico de apenas 14 años, llamado Kousei, que era un pianista muy popular a pesar de su corta edad. Su madre le enseñó a tocar desde que era muy pequeño, y en ese punto comenzó su aventura como "learner", siguiendo los pasos de su madre, equivocándose una y otra vez para acabar haciéndolo bien alguna que otra vez. En el primer concurso donde participó, Kousei fascinó al público con su manera de tocar el piano, porque les pareció que tocaba de una forma tan exacta como si lo hubiese hecho el mismo compositor, y así se ganó el apodo de "el metrónomo humano".
A veces cuando subimos tan arriba como "learners", como le pasó a Kousei, después tanto el resto de personas como nosotros mismos tenemos altas expectativas en que conseguiremos todo lo que nos propongamos por el simple hecho de no defraudar al resto.
Esto es justo lo que le acaba ocurriendo a nuestro protagonista: ahora todos le ven como un ser perfecto, incluso su madre, y le exigen mucho más, esperan que cada vez que toque el piano lo haga perfecto, no se equivoque tocando ni una sola pieza. Esto provoca una crisis en Kousei debido a que él, como "learner", todavía no puede ser perfecto, ningún aprendiz puede serlo. Al final, Kousei deja el piano con la intención de no volver a tocarlo nunca más, de intentar que la gente lo olvide sin más. Pero sus planes se verán frustrados por alguien que devolverá a la vida su faceta de músico... :)
Hola Diamante, ¡qué elegría "escuchar" tu voz! Feliz año!
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