HAY LETRAS QUE TE PERSIGUEN POR TEMPORADAS. La Z me acompaña desde hace unas semanas. En Zamora nació mi padre, el año 1942. Se educó interno en el monasterio de San Zoilo. Le prometí que le llevaría a visitar el actual hotel en que se ha convertido lo que fue su colegio. No pudo ser, pero fue bonito imaginarlo.
He pasado estos tres últimos meses muchas horas en Pozuelo, ordenando sus papeles. Aprovecho esos ratos para regar y despedirme de los árboles, de los pájaros, de la fuente y del pozo que conformaron el escenario de mi propia infancia. Allí todo tiene nombre. Los árboles que plantaron mis abuelos se llaman Filemón y Baucis, sus ramas se abrazan como dice la leyenda. La casa se llama "La Salamandra". De vez en cuando descubro alguna, aunque tienen una asombrosa capacidad para mimetizarse con el entorno. En ese jardín quise que bailara la muñequita que arranqué de su caja de música. En ese jardín crecen salvajes las rosas de mi madre.
Creo que lo último que saldrá de la casa será el piano. Los nuevos dueños quieren traer uno. Dicen que no puede faltar en lo que fue la casa de un músico. Van a tener un bebé. He dejado un babero, un gato de barro y un caballo de madera para él.
He dicho adiós a muchas cosas a lo largo del curso. Despedirme de mi padre fue lo más difícil. Dentro de la pena, que es muy intensa aún, he entendido que la vida se abre paso, que otro niño va a jugar donde jugué yo y antes mi madre y sus hermanos. Una mariposa blanca ha estado revoloteando esta mañana mientras yo ordenaba los trastos del patio. Parecía el final de Platero y yo, en ese capítulo que se llama "Melancolía". Todo me hablaba de un sereno porvenir. He pensado que era un precioso final para este diccionario. Amaba mi padre con pasión los diccionarios. Mi padre, ¡le quise tanto! Antonio Gallego Gallego (Zamora, 1942- Madrid 2024). Descanse en paz.
FIN DEL DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES
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