Me ha llamado la atención que una novela de éxito como "Culpa mía", inicio de la trilogía "Culpables", decline en los sucesivos títulos el pronombre posesivo. A "Culpa mía" le siguen "Culpa tuya" y "Culpa nuestra". Hasta donde yo he leído (el comienzo se ofrece como anzuelo para la compra on line) el libro va alternando los puntos de vista de la protagonista femenina y de su hermanastro, obligados ambos a una convivencia que los llevará del rechazo inicial al enamoramiento absoluto. A los lectores les gusta conocer la historia desde la mirada del uno y del otro.
Lo mismo pasa con la saga de éxito "Save" compuesta por los títulos "Save me", "Save you" y "Save us" La historia tiene mucho en común con la anterior. Una chica y un chico obligados a convivir, unidos por un secreto que los enemista, forzados a comprenderse, enamorados al fin.
El yo como referente absoluto se diluye, y deja paso a una forma más vibrante de contar las historias, donde lo que interesa es una narrativa que ofrezca los diferentes puntos de vista de los personajes. Me diréis que eso ha existido siempre, y es cierto. El narrador onmisciente, que cuenta la historia desde fuera, y que puede darnos una visión global de lo que sucede, ha sido usado hasta la saciedad y con resultados maravillosos muchas veces. Pero a los jóvenes que compran las novelas que he citado les gusta más la idea de "ponerse en la piel" del personaje. De ir de la cabeza de uno a la mente del otro. Para entenderles bien hay que escucharles por separado. Así descubrimos una misma realidad desde ángulos totalmente distintos.
Si pasamos de la literatura a la música, os diré que también podemos constatar facilmente la subjetividad del artista comparando cómo ponen música a un mismo texto diferentes compositores. El Dies Irae el Requiem de Mozart es contundente, musculado y poderoso. Pero en versiones más antiguas, medievales, podía sonar consolador y reposado. Y en la versión compuesta por Niccolo Jomelli suena esperanzador, casi alegre. De los registros graves de Mozart, pasamos a los cantarines y felices del italiano. Un mismo texto, diferentes aproximaciones. ¿No es asombroso?
Así pues, dejo claro hoy que en la misma entrada del Yo, tiene que estar el You (tú). Todos tenemos derecho a contar nuestra historia. Pero disfrutaremos más, y comprenderemos mejor, si abrimos el corazón a la versión del otro. Ello nos da la oportunidad de pasar del miedo a la alegría y en el mejor de los casos, del odio al amor.
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