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sábado, 18 de enero de 2025

PSIQUIATRAS, PSICÓLOGOS Y OTROS ENFERMOS

 



En la plaza de mi pueblo hay un buzón inspirado en el fenómeno del bookcrossing. Los vecinos dejamos allí los libros que ya no nos interesan y cogemos otros que nos apetecen más. He descubierto así "Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos", una novela que de otro modo nunca hubiera leído. Sin ser todo lo hilarante que promete la cuarta de cubierta, reconozco que me ha hecho pasar un buen rato y pensar en algunas actitudes que hacen de nuestra vida un innecesario sucederse de desengaños y enfados. 

Rodrigo, el protagonista, narra en primera persona un periodo de su vida en que sufre arrebatos de ira injustificados e intensos. Pide entonces ayuda a su cuñado Ernesto, que es psiquiatra. En la sala de espera de la consulta descubre que los cuadros que adornan las paredes no han sido enmarcados en la empresa de su mujer, Patricia:

"La etiqueta del enmarcador decía Marcos Corredor, es decir, la competencia de Pati, esa gran tienda que había tomado el mercado de la zona y que tantos quebraderos de cabeza le producía a mi mujer y sus socias (...) La ira, en forma de sudor, me resbalaba por la espalda, y estaba alcanzando unos niveles tan extremos que llegué a pensar si no se trataría todo de una provocación diseñada por Ernesto (...) Cuando estaba intentando colgar el cuadro de nuevo, se abrió la puerta de la sala y apareció la intrigante cara de Ernesto.

- Rodrigo -dijo-, ¿cómo estamos?

- Yo bien -dije, extendiendo la mano-, pero el cuadro estaba un poco torcido.

- Ah, no te preocupes. ¿Te gustan? Me los regaló una paciente. Fíjate, los trajo enmarcados y todo.

- Ya veo, ya veo -dije, sin apenas tener valor de enfrentarme con la propia miseria de mis pensamientos anteriores, ni con la cara sonriente de mi cuñado. " (1)

La escena no solo es graciosa por la incomodidad y los pensamientos exagerados de Rodrigo, sino que también sirve para explorar cómo nuestras percepciones pueden distorsionarse por emociones intensas y contextos personales.

La conexión entre la ira de Rodrigo y los cuadros es un gran ejemplo de cómo nuestras suposiciones negativas pueden generar y amplificar nuestro resentimiento y mal humor. A menudo, cuando estamos atrapados en ese tipo de pensamientos, interpretamos las acciones de otros como si estuvieran pensadas a propósito con la intención de dañarnos.

Reconocer esos momentos en que nuestros juicios son exagerados, egocéntricos o simplemente incorrectos es un primer paso hacia una comprensión más serena y equilibrada de las relaciones humanas. Cuando  llevados por juicios sesgados y mal informados llegamos a la conclusión de que "los demás" nos timan o  nos toman por tontos no sólo podemos equivocarnos sino que de seguro vamos a ser menos felices. Una revisión de esos "pensamientos miserables" nos puede hacer mucho bien ¿lo intentamos?

Un fuerte abrazo y hasta la semana que viene.



1) Rodrigo Muñoz Avia, pág. 48 de Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos, Santillana, Punto de lectura, Madrid, 2005.

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