Muchas veces los profes nos enredamos en hermosos discursos sobre el valor del estudio. Hablamos de los aspectos positivos y de las consecuencias geniales que tiene estudiar. Los alumnos nos oyen como el que oye llover. Es una conversación que ya ha tenido lugar muchas veces y que discurre por caminos trillados. Hoy me propongo escribir de una manera más honesta sobre las dificultades a las que se enfrenta cualquiera que se ponga delante de un libro (o una partitura, o un problema matemático) con la intención de "estudiar".
La verdad es que estudiar es difícil, exigente. En absoluto consiste en sentir emociones positivas. No resulta sencillo dejar de lado lo que nos gusta para enfrentarnos a tareas complicadas y además experimentar una gran resistencia para entender y memorizar. No digo nada de estudiar para luego encima suspender. Estudiar puede ser una fuente de estrés y frustración importantes. Por eso muchos chavales renuncian a intentarlo.
Como profesora de instituto, una de las cosas que planteo a mis alumnos es si quieren realmente aprender o sólo desean aprobar.El deseo de aprobar a toda costa es muy común, vulgar. La transformación viene cuando surge la necesidad de aprender.
El impulso de aprender viene de un lugar muy profundo de nuestro interior. Viene de un lugar en el que se ha superado la necesidad de "sentirse bien". Si lo que queremos es sentirnos bien en todo momento, continuaremos sin ponernos a estudiar. Para estudiar tenemos que romper con la idea de hacer siempre lo que nos gusta, de buscar a toda costa el placer y evitar el dolor. El impulso de aprender es el que nos da la valentía de responsabilizarnos de nuestra propia vida, a pesar del dolor que eso nos pueda causar.
No estoy diciendo que estudiar no sea a veces muy hermoso e incluso placentero. Las experiencias de aprendizaje pueden ser maravillosas pero es importante señalar que su objetivo no es proporcionarnos más felicidad sino la sensación de estar más allá de la necesidad básica de hacer "lo que me gusta" para encontrar eso que llamamos propósito.
¿Quién soy realmente yo?, ¿cuál es mi potencial?, ¿a qué me puedo dedicar?, ¿qué me gustaría ser?. A lo largo de la vida estas preguntas nos asaltan una y otra vez y sólo un espacio personal de aprendizaje continuado nos proporciona respuestas. El que sea valiente que me siga.
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Destaco tres frases maravillosas de los comentarios. David Sanz habla de "sentir lo que estás estudiando". Aya El Makhloufi habla de un esfuerzo compartido, "el esfuerzo del alumno y del profesor". Esther Fernández se pregunta si los contenidos tienen que ser tan memorísticos. El debate está servido. Gracias por participar. Sois muy listos.