Termina el curso de forma abrupta, con la convocatoria de oposiciones para profesores de la red pública. Yo estoy en un tribunal, me toca examinar. Otros compañeros son candidatos a una plaza. Esto obliga a los institutos a cerrar el calendario con antelación, enviar memorias, solucionar incidencias. Entre otras cosas, tengo que analizar los resultados de una encuesta que se ha enviado a los alumnos para que contesten de forma anónima su nivel de satisfacción con cada asignatura. Ya me estoy temiendo lo peor, pues siempre hay quien piensa que la música está de relleno en los planes de estudio, que no sirve para nada. Voy a permitirme cerrar el curso con un relato que Jacobo Berganeche publicó en su columna mensual "La vida es poco más" bajo el título "Lección de amaneceres".
Tenía su familia una casa en plena campiña cordobesa donde las contraventanas, mal encajadas, filtraban cada amanecer los primeros rayos de sol. La irrupción del alba significaba para él un despertar involuntario. Incapaz de seguir durmiendo, se dedicó a fotografiar cada una de esas auroras desde el mismo punto de vista. "Fue uno de esos empeños que uno emprende sin saber exactamente por qué lo hace, hasta que murió mi hermano pequeño y le encontré un motivo. Su pérdida fue tan devastadora que durante una temporada nos despertábamos todas las mañanas arrastrando la pena del día anterior, atrapados de alguna manera en el tiempo, con la sensación de que para nosotros ya todos los días serían siempre el mismo (...) Un día se me ocurrió juntar todos los amaneceres en una carpeta. Al verlos ordenados cronológicamente uno tras otro pude comprobar una cosa que resulta muy obvia pero que en determinados momentos es muy fácil de olvidar: que todos los amaneceres son distintos, no existen dos iguales, y por tanto, para aquel que esté dispuesto a abrir las ventanas y mirar, hay un cierto consuelo en saber que cada día empieza siempre de una manera nueva" (1)
¿Y esto que tiene que ver con la música? me diréis. Pues muy sencillo. Que necesitamos la belleza para entender el mundo. La "esencial inutilidad del arte" (¿Nietzche?) nos aporta el elemento afilado con que cortar en finas láminas la realidad y poderla digerir. No es un cuchillo, pero como si lo fuera. Y ahora sí, amigos, feliz verano. Escuchad buena música, abrazad a vuestros amigos, haced el esfuerzo de ser felices. Os quiero.
1) Jacobo Berganeche, Lección de amaneceres, en la columna "la vida es poco más", pág 86, Elle España, Mayo 2023, nº 440
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