Cae en mis manos un libro curioso, fechado en 1982 y traducido al español en 1988. Se titula "Uno más en la lista de clase" (2) y para tener más de cuarenta años ha aguantado bien el paso del tiempo. Trata de un grupo de adolescentes que logran matricular en su clase a un alumno inexistente al que convierten en vengador de las supuestas "injusticias" de las que son objeto por parte de los profesores. La lista de acusaciones que el grupo elabora para justificar sus bromas y burlas no deja de ser interesante para cualquiera que pretenda enseñar en un aula, especialmente si sus oyentes tienen catorce o quince años. La copio aquí por si os sirve.
"Nosotros protestamos:
Contra todos los profesores que dan clases aburridas y sin interés alguno
que no se las preparan
que lo único que piden es empollar
que trabajan a base de broncas y ejercen presión sobre nosotros
que nos tratan como a niños pequeños, siendo ellos mismos débiles e inseguros
que no soportan y ni siquiera aceptan crítica alguna
que no tienen ningún sentido del humor
que traen a los alumnos por el camino de la amargura, los juzgan y los condenan..." (3)
Me parece una lista sorprendentemente moderna. Incluso en sus exageraciones revela una verdad que no siempre captamos. Si al alumno el aula le parece hostil su juicio al profesorado se vuelve implacable.
La enumeración da pistas muy útiles para cualquier docente. No importa sólo lo que se enseña sino cómo y desde dónde se hace. Aceptar las críticas (nosotros les juzgamos constantemente), reirnos con ellos, hacernos entender, no etiquetarles son maneras de acompañarles mucho más funcionales que los suspensos y los enfados. Y si tú, querido profesor, al leerme has pensado algo así como "ya pero es que ellos son maleducados, egoístas, vagos..." ¡vuelve a leer la lista!
Un fuerte abrazo.
1) Foto, de izda a derecha: Cecilia, Mar y Sonia, tres profes con mucho sentido del humor.
2) Otti Pfeiffer, "Uno más en la lista de clase", Ed. Salvat/Alfaguara, Barcelona, 1988
3) Páginas 1067107 de la obra citada.

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