En un precioso poemario que he descubierto recientemente, el autor
Jose Manuel García dedica estas líneas a su encuentro con un pájaro:
"Lo tuve entre las manos.
Su diminuto latido asustado
marcaba en huida el tiempo
del adiós inmediatamente futuro.
Pero yo no lo sabía.
Apenas si ocupaba mi mano,
pero sí mis ojos y mis sentidos."
Los versos que siguen confirman que el animal está herido pero el poeta cree que puede salvarlo: "lucía el sol, era joven. Pensé que la vida surgía con sólo quererlo" explica. Poco tarda en descubrir que no se puede burlar a la muerte. Entonces:
"Lo enterré porque pensaba...
que también los gorriones
tendrían un cielo aéreo
por donde deambular imprecisos."
Me parece a mí que en ese entierro está contenida toda la arrolladora fuerza de lo inútil: la bondad que se expresa sin esperar recompensa y la necesidad de contarlo. El recipiente tiene que ser, casi por fuerza, un poema o una página musical. Muchísima música evoca pájaros que un momento existieron y nos dejaron la eternidad de su canto en las composiciones de Jannequin, Vivaldi, Mozart. ¿Conoces una página para piano de Schumann titulada "
El pájaro profeta"? Oscar Wilde nos contó la historia del ruiseñor y la rosa. Bécquer contempla un arpa en el ángulo oscuro del salón y piensa en "cuánta nota dormía en sus cuerdas, como el pájaro duerme en las ramas". El gran Juan Ramón declara: " Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando". Nos iremos, sí. Precisamente por eso es tan importante permitir que la bondad, la compasión y la conciencia de lo inútilmente bello nos doblegue. Hace muchos, muchísimos años, una profesora de Filosofía preguntaba en clase a mis compañeros y a mí "¿Qué es lo que está bien y qué es lo que está mal?". Ella no tenía la respuesta, ni la teníamos sus alumnos entonces, ni la tengo yo hoy. Pero si pudiera volver a aquel día y responder a la profe le diría que para ser más bondadosos debemos leer poesía, escuchar música y pasear más a menudo por el bosque. Hermosa manera de buscar la bondad que debería presidir nuestros actos y nuestra forma de mirar al mundo, a los demás, a nosotros mismos.
(El poema citado puede leerse en la página 27 de "Nombres, rostros y palabras" de Jose Manuel García, Devenir el otro, núm. 36, Madrid, 2011)