Buscar este blog

sábado, 30 de octubre de 2021

I DE INFANCIA, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES


No hace muchos días, mi querida alumna Isabel escribió: 

Llevamos una vida muy agitada y pasamos de largo de las cosas simples que nos rodean. No apreciamos su valor hasta el momento en que podemos perderlas. Yo creo que todos deberíamos volver a ser niños en el pensamiento ya que ellos prestan atención a las cosas sencillas,  como si fueran lo más valioso del mundo: desde el canto de los pájaros hasta la caída de las hojas en otoño.


      He aceptado la invitación de mi amiga y he regresado "en el pensamiento"  a los recuerdos de mi infancia. Tiene razón Isabel, nada muy costoso o sofisticado: el comienzo del verano con su promesa de sol eterno, una caja llena de recortables, los puzzles con imágenes del antiguo Egipto, libros de cuentos, la inolvidable página que mostraba a Cenicienta dejando el zapato de cristal atrás, aquella otra en que Aurora dormía cien años sobre un cojín de terciopelo. En mi infancia hubo además un piano en el que la Bella Durmiente, Pulgarcito, Bella y Bestia protagonizaban también las melodías que el compositor francés Maurice Ravel escribió como un dueto de piano hace ya más de un siglo. Así, como ilustraciones lujosas a los libros, se desplegaron en mi niñez las imágenes sonoras para conducirme a los jardines que  habitan las hadas, a castillos de príncipes malditos pero redimidos al fin por amor, a caminos boscosos y tierras de exóticas pagodas. He pensado que tal vez vosotros, mis amables lectores, no conocéis esta obra y voy a dejar por aquí un enlace para que podáis escucharla. A cambio, me gustaría saber cuál es el recuerdo musical más bonito que conservais de vuestra infancia. Un abrazo y hasta pronto.


Maurice Ravel Ma mère l´Oye

sábado, 23 de octubre de 2021

I DE IMPACIENCIA, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

 Ahí iba yo, más rápido de lo debido y un punto malhumorada cuando resbalé y apoyé mal la mano izquierda en mi aterrizaje forzoso. Tuve ocasión, mientras esperaba el resultado de la radiografía en el hospital, de preguntarme por qué  iba tan deprisa, qué necesidad había, qué clase de resorte tengo activado que me veo impulsada a hacerlo todo en tiempo récord, sin apenas respiro. Necesitaba llegar, sí, pero ¿a dónde?

A lo largo de la semana he cogido el coche con calma, he prestado atención al subir y bajar las escaleras del instituto, he impartido mis clases de buen humor y he continuado tocando el piano, pero con la mano hábil solamente. Me acompañaba la voz de Chet Baker  confesando "I fall in love too fast/for love to ever last".  Venía a decir el gran trompetista que tampoco en el amor construimos nada que merezca la pena si vamos demasiado deprisa . Estos días, mis dedos entablillados me recuerdan la importancia de llevar el "tempo giusto", la velocidad justa que decimos los músicos. 
El diccionario define "Impaciencia" como la molestia causada por algo que "no acaba de llegar". Es hermoso descubrir que, en realidad, ya hemos llegado.

"Impaciencia", Haendel.

domingo, 17 de octubre de 2021

I DE IMPRESIONISTA, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES


Fue en el corazón de Europa, a finales del siglo XIX, cuando una serie de artistas (pintores y músicos, entre otros) se embarcaron en la ardua tarea de capturar la belleza del instante a costa de difuminar la forma (melódica o plástica) para dar protagonismo a la luz, al color, a los reflejos, a la impresión misma. Los cuadros impresionistas nos trasladan a parques donde madres y niñeras descansan a la sombra de los árboles, donde los amigos almuerzan sobre la hierba, o meriendan en un jardín, o se entretienen junto a un río. Debussy traduce a sonido un claro de luna, Ravel se deleita en sus "Juegos de agua", Falla compone "Noches en los jardines de España". Son obras artísticas que apelan a otra forma de conciencia sino religiosa sí, desde luego, muy espiritual.



Desde el inmenso respeto que merece la meditación formal, creo sin embargo que no es necesario adoptar la postura del loto para llegar a entender la realidad de una manera que nos conecte algo más con nuestro yo profundo y algo menos con las exigencias de un mundo ansioso de distracciones que se ofrecen siempre con la etiqueta del precio bien visible. Asomarse cinco minutos a la ventana y dejarse acariciar por una suave brisa, observar el paisaje, sentarse a mezclar colores, incluso planchar o cocinar pueden ser experiencias intensas y muy bellas. ¿Ideas? Un parque, niños jugando, amapolas, octubre, lluvia, sol, una fiesta, un desayuno al aire libre, un pañuelo bonito, nubes... Escojo al azar los títulos de cuadros y música que conozco y el alma se expande como por arte de magia. Si no es bastante, entonces es cuando cierro los ojos. Pero sería suficiente con abrirlos más a menudo, con ser un poco "impresionistas".

Pascal Rogé "Clair de lune" Debussy https://www.youtube.com/watch?v=c977QdbTImU

domingo, 3 de octubre de 2021

I DE INTROSPECCIÓN, DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES


"En la última época, sin embargo,  su reserva se había acrecentado y, en ocasiones, caía presa de pequeños trances introspectivos. En esos momentos, en que sus ojos quedaban prendidos en algún punto del horizonte, su mirada clara adquiría una cualidad acerada, como si su espíritu se estuviera tensando como un arco y él mismo fuera un proyectil en busca de una diana." (Álvaro Marcos, La búsqueda del Grial sagrado, RBA, Barcelona, 2021, pág 10)

Así se nos aparece Galahad en una de las innumerables novelas dedicadas al ciclo artúrico. Es reservado, discreto, de naturaleza a la vez decidida y bondadosa. Su mirada y su oído parecen ir más allá de lo puramente sensible cuando, replegado sobre sí mismo, presta plena atención a sus inquietudes y pensamientos. Ningún caballero de la mesa redonda, ni el propio rey, ni el mismo Lanzarote del Lago, están destinados a tan altas y difíciles empresas como él. Su superioridad, tan manifiesta en la acción, lo es aún más en la contemplación. Galahad tiene la capacidad de escucharse a sí mismo. No me refiero a la natural tendencia a revivir mentalmente experiencias y acciones sino a  la capacidad de analizar dichos pensamientos de forma crítica y rigurosa. Ni parece sencillo, ni lo es. Encontrar el momento para "escucharnos" nos obliga a dejar de lado mil obligaciones que parecen más acuciantes, más importantes. Vamos de un lado a otro apagando fuegos, rumiando conflictos inexistentes, aceptando la ansiedad y la tristeza sin cuestionarnos su verdadero origen. En definitiva, tensos, sí, pero no como Galahad  sino como cuerda mal afinada que se parte en medio del concierto, cuando más falta hacía.
Pues ya que hablamos de música, yo propongo hoy a mis lectores que traten de encontrar un momento todos los días para sentarse a observar qué pasa en la mente sin juzgar, como el que escucha las tonterías de un buen amigo: "de acuerdo, aquí estoy, cuéntame qué te pasa". El oído es un gran aliado para esos ratos con nosotros mismos. La escucha de temas instrumentales puros, sin interferencia de palabras, con fraseos fluidos y predominio melódico, pueden ser como un lago donde contemplar nuestro reflejo con amor pero con desapego. Hay quien prefiere escuchar a intervalos el golpe de un gong. No pocos se detienen a escuchar el rumor del viento, el canto de los pájaros. ¿Qué preferís vosotros, mis amables lectores? Introspección y música, qué gran tema. Yo os propongo un Wagner muy ligado a las historias de los míticos caballeros que buscaron el Grial, pues no menos peligrosa y difícil me parece la empresa de conocerse y rescatarse a uno mismo.