Llevamos una vida muy agitada y pasamos de largo de las cosas simples que nos rodean. No apreciamos su valor hasta el momento en que podemos perderlas. Yo creo que todos deberíamos volver a ser niños en el pensamiento ya que ellos prestan atención a las cosas sencillas, como si fueran lo más valioso del mundo: desde el canto de los pájaros hasta la caída de las hojas en otoño.
He aceptado la invitación de mi amiga y he regresado "en el pensamiento" a los recuerdos de mi infancia. Tiene razón Isabel, nada muy costoso o sofisticado: el comienzo del verano con su promesa de sol eterno, una caja llena de recortables, los puzzles con imágenes del antiguo Egipto, libros de cuentos, la inolvidable página que mostraba a Cenicienta dejando el zapato de cristal atrás, aquella otra en que Aurora dormía cien años sobre un cojín de terciopelo. En mi infancia hubo además un piano en el que la Bella Durmiente, Pulgarcito, Bella y Bestia protagonizaban también las melodías que el compositor francés Maurice Ravel escribió como un dueto de piano hace ya más de un siglo. Así, como ilustraciones lujosas a los libros, se desplegaron en mi niñez las imágenes sonoras para conducirme a los jardines que habitan las hadas, a castillos de príncipes malditos pero redimidos al fin por amor, a caminos boscosos y tierras de exóticas pagodas. He pensado que tal vez vosotros, mis amables lectores, no conocéis esta obra y voy a dejar por aquí un enlace para que podáis escucharla. A cambio, me gustaría saber cuál es el recuerdo musical más bonito que conservais de vuestra infancia. Un abrazo y hasta pronto.
- Maurice Ravel Ma mère l´Oye