"En la última época, sin embargo, su reserva se había acrecentado y, en ocasiones, caía presa de pequeños trances introspectivos. En esos momentos, en que sus ojos quedaban prendidos en algún punto del horizonte, su mirada clara adquiría una cualidad acerada, como si su espíritu se estuviera tensando como un arco y él mismo fuera un proyectil en busca de una diana." (Álvaro Marcos, La búsqueda del Grial sagrado, RBA, Barcelona, 2021, pág 10)
Así se nos aparece Galahad en una de las innumerables novelas dedicadas al ciclo artúrico. Es reservado, discreto, de naturaleza a la vez decidida y bondadosa. Su mirada y su oído parecen ir más allá de lo puramente sensible cuando, replegado sobre sí mismo, presta plena atención a sus inquietudes y pensamientos. Ningún caballero de la mesa redonda, ni el propio rey, ni el mismo Lanzarote del Lago, están destinados a tan altas y difíciles empresas como él. Su superioridad, tan manifiesta en la acción, lo es aún más en la contemplación. Galahad tiene la capacidad de escucharse a sí mismo. No me refiero a la natural tendencia a revivir mentalmente experiencias y acciones sino a la capacidad de analizar dichos pensamientos de forma crítica y rigurosa. Ni parece sencillo, ni lo es. Encontrar el momento para "escucharnos" nos obliga a dejar de lado mil obligaciones que parecen más acuciantes, más importantes. Vamos de un lado a otro apagando fuegos, rumiando conflictos inexistentes, aceptando la ansiedad y la tristeza sin cuestionarnos su verdadero origen. En definitiva, tensos, sí, pero no como Galahad sino como cuerda mal afinada que se parte en medio del concierto, cuando más falta hacía.
Pues ya que hablamos de música, yo propongo hoy a mis lectores que traten de encontrar un momento todos los días para sentarse a observar qué pasa en la mente sin juzgar, como el que escucha las tonterías de un buen amigo: "de acuerdo, aquí estoy, cuéntame qué te pasa". El oído es un gran aliado para esos ratos con nosotros mismos. La escucha de temas instrumentales puros, sin interferencia de palabras, con fraseos fluidos y predominio melódico, pueden ser como un lago donde contemplar nuestro reflejo con amor pero con desapego. Hay quien prefiere escuchar a intervalos el golpe de un gong. No pocos se detienen a escuchar el rumor del viento, el canto de los pájaros. ¿Qué preferís vosotros, mis amables lectores? Introspección y música, qué gran tema. Yo os propongo un Wagner muy ligado a las historias de los míticos caballeros que buscaron el Grial, pues no menos peligrosa y difícil me parece la empresa de conocerse y rescatarse a uno mismo.
Buenas Cecilia soy Óscar Tablero Platas de 4°A. Esta entrada es didáctica ya que yo viendo el título de la entrada me preguntaba que era eso de introspección, y uno de vez en cuando pues aprende cosas nuevas. Esa propuesta que nos ha hecho Cecilia me parece la mar de interesante y es que como dice ella el esuchar de vez en cuando viene muy bien. Voy más allá y relato mi propia experencia y es que uno aprende más escuchando que hablando. Y yo he aprendido mucho de está forma me gusta escuchar las historias de mis antepasados, en clase también se aplica y es cierto eso que dicen los profesores prestando atención tienes la mitad de la lección aprendida. Lo triste es que en esta sociedad que vivimos aparte de no tener tiempo tampoco escuchamos solo oímos que no es lo mismo y es una pena. Porque oyendo si te quedas con algo es solo con lo que te gusta y no con todo lo importante que te han dicho. Me viene a la memoria una historia y es que vino un indio a la ciudad a ver un amigo. Paseando por la calle los dos, el indio escuchó un grillo y se paró a escuchar el magnífico sonido que hacía. Le pregunto su amigo que hacía y el indio sorprendido hizo un experimento. Tiró una moneda que hacía el mismo ruido que el grillo, la única diferencia es que la moneda si la escucharon todos y al grillo no. De aquí se puede sacar la moraleja de prestar atención a lo que hay en nuestro alrededor porque muchas veces nos podemos perder cosas muy inolvidables en la vida. Se que es un tema que siempre oimos: hay que pararse a disfrutar las cosas de alrededor porque hay cosas que aún teniendolas delante de nuestros ojos no nos damos cuenta. Pero si tanto oyes y tanto lo escribes es porque es verdad hazlo deja el móvil un ratico que por dejarlo unos segundos no re vas a morir.
ResponderEliminarA mi me gustaría añadir que muchas veces matamos oportunidades importantes. Si si matamos, y por qué digo esto pues lo digo porque en los últimos años se están muriendo, abandonando y perdiendo muchos pueblos que son fuentes de riqueza, de saber. Y hay muchos que se están despoblando, y yo me niego. Tengo un ejemplo muy cercano el pueblo de mi abuela tan solo tiene 7 habitantes y me niego en rotundo a que desaparezca el pueblo donde nació mi abuela y vivieron todos mis antepasados. Y es más en los pueblos si te paras a escuchar puedes aprender y puedes escuchar la naturaleza de verdad esa que en las cuidades no hay. Así que ya sabes de vez en cuando PARA y escucha y si lo haces en un pueblo mejor que así lo salvas, convirtiendote en un superhéroe de verdad.
Un saludo y gracias.