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domingo, 5 de junio de 2022

N DE NÚMERO , DICCIONARIO DE MÚSICA Y EMOCIONES

A Pitágoras (569-475 a de C.) le debemos la palabra matemáticas (mathema, conocimiento) y su división en dos ramas: las discretas, que estudian los “cuántos” (multitud), y las continuas, que tratan del “cuánto” (magnitud). Bajo la rama de discretas, se encuentran la aritmética y la música, y pendientes de la otra rama, la geometría y la astronomía. (1) Estas cuatro últimas especialidades dieron origen al Quadrivium o estudio del número. ¿Por qué la música?

Cuenta la leyenda que cierto día Pitágoras  pasaba por delante de una herrería. Le llamó la atención la melodía que producía del herrero al percutir con sus martillos el metal que estaba forjando. El sonido que se producía dependía totalmente del tamaño, y por tanto del peso, del martillo que empleaba en cada momento. El gran matemático fue capaz de establecer la relación entre los pesos respectivos de los martillos y el sonido producido. Fue igualmente Pitágoras quien descubrió que la nota emitida al percutir la cuerda tensada dependía de la longitud de la misma. A cada longitud le atribuyó un número y estudió la relación existente entre esa longitud y el sonido armonioso producido: nacía la relación entre las longitudes de las cuerdas y los números enteros.

En la Grecia antigua, la música se reveló como un campo de conocimiento ideal para demostrar las leyes básicas de la naturaleza. Sin una base numérica, no podía entenderse el estudio ni de la medicina ni de la filosofía o las leyes. Resulta asombroso hasta que punto hemos olvidado hoy la relación entre la humanidades y las ciencias, no sólo amigas sino hermanas desde la época de los sabios griegos del siglo V a de C. 

La música se ha convertido en un mero pasatiempo, y la posibilidad de un consumo ilimitado exento de alfabetización conduce a su situación de Cenicienta de los conocimientos actuales. Cada vez que un alumno me pregunta para qué sirve la música me imagino a Pitágoras absorto escuchando al herrero. En su momento mucha gente pensaría que estaba loco, y que su curiosidad era un puro e inútil juego especulativo. Como pasa con los teóricos de la música hoy, con los investigadores, con los musicólogos. Un poco solos sí están, hay que reconocerlo.


(1)Félix García Merayo

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