Apolo se había burlado del joven Eros, llamándole afeminado. Éste, en venganza, disparó una flecha de hierro al corazón de Dafne y otra de oro al corazón del dios. Así Apolo se enamoró de la ninfa, mientras ella sintió rechazo. Se inició entonces una persecución durante la cual Dafne "se convirtió en corteza de árbol, su cabello en hojas y sus brazos en ramas. Dejó de correr ya que sus pies se enraizaron en la tierra. Apolo abrazó las ramas, pero incluso éstas se redujeron y contrajeron. Como ya no la podía tomar como esposa, le prometió que la amaría eternamente y que sus ramas coronarían las cabezas de los héroes" (1)
La transformación de Dafne se ha interpretado a menudo como el triunfo de la castidad frente a la lujuria. Mucho más interesante es la revisión del mito que el psicoterapeuta Thomas Moore nos ofrece en su ensayo "Las relaciones del alma" (2) y que tiene que ver con la educación. Se compara él mismo con el dios Apolo cuando, en sus tiempos de profesor, se veía en un aula ante docenas de jóvenes estudiantes que se agitaban incómodos en sus asientos: "preferían su forma de pensar y de vivir, ingenua y no cultivada, antes que las veneradas tradiciones del sistema. Es innegable que hay cierta sabiduría en este retraimiento de la conquista intelectual, algo sincero y orientado a la propia preservación. La educación es un terreno en el que la historia de Dafne y Apolo se representa todos los días".
Me impresiona esta perspectiva sobre la realidad de la docencia, actividad tantas veces convertida en amarga pelea. La mirada comprensiva de Moore nos recuerda que aprender es un proceso complejo y exigente del que sentimos deseos de huir. Pero nuestra aparente libertad tiene un precio. Si no nos dejamos educar, echamos raíces y dejamos de correr. El precio de "quedarnos como estamos" es la inmovilidad. La vida es un proceso de transformación. Por mucho que nos incomode, la persecución que sufrimos como estudiantes nos mueve gradualmente hacia una nueva versión de nosotros mismos. Podemos pactar íntimamente qué es lo que sentimos como irrenunciable, pero aún así notaremos cambios asombrosos: los torpes se vuelven listos, los tímidos aprenden a hablar en público, los inseguros ven crecer su autoestima. Pero los que no tienen la oportunidad de aprender nada, o la desdeñan, agitan para siempre sus brazos convertidos en ramas mientras los demás han aprendido a caminar. Transformarse es inevitable, ahora toca decidir en qué nos queremos convertir.
2) Thomas Moore, Las relaciones del alma, págs 45-46, Círculo de lectores, Madrid, 1995.
Muchísimas gracias, Óscar.
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