Hola tesoros,
para la reflexión de hoy os traigo una semblanza de la injustamente olvidada María Campo Alange. He encontrado una fotografía suya ataviada a la moda de 1920 de su página de Wikipedia. Pero no he tenido que leerme su biografía ya que por razones personales la conozco bien.
María nació en Sevilla en 1902. Pertenecía a una familia de clase alta muy adinerada. A pesar de ello no fue al colegio. Una hermana suya había fallecido tras contraer una infección y los padres, aterrados, prefirieron para María una infancia de práctica reclusión en el palacio sevillano que habitaban por aquel entonces. Tras casarse decidió estudiar para adquirir la cultura a la que no había tenido acceso antes y empezó a escribir. Llegó a convertirse en miembro activo de las más importantes círculos intelectuales del momento. Fundó y dirigió el Seminario de estudios sobre la mujer (SESM). Colaboró estrechamente con los más importantes intelectuales de las posguerra española. Tuvo el inmenso mérito de destacar en una España, la de entonces, no muy aficionada a que las mujeres escribieran u opinaran. Murió en Madrid en 1986. De todos sus libros el más bonito es, creo, "Mi niñez y su mundo".
Se trata de un texto autobiográfico. En él refresca sus primeros recuerdos. Merece la pena leerlo entero (está disponible en la biblioteca de escritoras de la editorial Castalia). Me gustaría aquí destacar las líneas que dedica a su cuidadora, Doña Dolores. No era su profesora, ya que como os decía nuestra protagonista no recibía clases en sentido estricto. Pero sí que tuvo ocasión de aprender mucho de ella por tenerla siempre cerca. La recuerda así:
"Mientra jugábamos, la imaginación de Doña Dolores no estuvo nunca en otra parte. Tenía la rara suerte de hallarse siempre en donde estaba y amar la sencillez de lo inmediato con preferencia a lejanas posibilidades; pero es curioso cómo su apego a lo real iba acompañado de la facultad de revestir las cosas más triviales de una cautivadora poesía".
Me entusiama este párrafo en el que María reconoce en la señora que la cuida la capacidad de entregarse plenamente, de no estar ausente ni distraída. Hay personas, en efecto, que captan la esencia y la belleza de cada momento de la existencia, e irradian la capacidad de crear belleza, de hacer poesía de las cosas más triviales. No hace falta vivir experiencias tremendamente emocionantes para que la existencia esté llena de sentido. A veces falta en las aulas (le falta al profe, les falta a los alumnos) la capacidad de la que se habla en este párrafo, la habilidad de estar plenamente conscientes, plenamente entregados a la tarea, apreciando su inmensa y peculiar belleza: aprender disfrutando, estar -de verdad- juntos, prestar atención...¿no es esa la clave del verdadero aprendizaje? Si estás leyendo estas líneas, no te olvides de dejar tu comentario. Un fuerte abrazo, Cecilia.